Isabel Flores de Oliva, conocida como Santa Rosa de Lima, nació el 30 de abril de 1586 en la ciudad de Lima, entonces capital del virreinato del Perú. Sus padres fueron Gaspar Flores, miembro de la guardia virreinal y María de Oliva. Formó parte de una familia compuesta por 13 hermanos.

Regresó a Lima con su familia ya siendo una joven. Debido a problemas económicos de la familia, trabajaba el día entero en el huerto y solía bordar para así ayudar al sostenimiento de su hogar. En Lima le tocó vivir dentro de un ambiente muy religioso. Abundaban milagros, curaciones y la población daba gran importancia a las virtudes y calidad de vida cristiana.
Santa Rosa tuvo como modelo a la dominica Catalina de Siena, santa toscana del siglo XIV, motivo por el cual optó por el hábito de terciaria de la Orden de Santo Domingo desde 1606. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en la Ermita que ella construyó, con ayuda de su hermano Fernando, en un extremo del huerto de su casa. Sólo salía para visitar el Templo de Nuestra Señora del Rosario y para atender las necesidades espirituales de indígenas y negros de la ciudad. Atendía a los enfermos que se acercaban buscando ayuda a su casa donde había habilitado una enfermería y ayudaba a San Martín de Porres.
Muchos consejeros espirituales ejercieron profunda influencia espiritual sobre Rosa. La conducta de Santa Rosa de Lima se hizo más evidente cuando a sugerencia de sus confesores anotó las diversas mercedes que había recibido del Cielo, componiendo así el panel titulado Escala espiritual.
Cuando enfermó gravemente, pasó sus últimos meses de vida en la casa de la familia de Gonzalo de la Maza, contador del gobierno virreinal, que es donde se levanta el Monasterio de Santa Rosa de Santa María de Lima. Su casa, en el centro de Lima, es un Santuario visitado por devotos y turistas. Se conservan como reliquias la ermita donde rezaba, un pozo donde los devotos depositan sus deseos escritos, su habitación y la enfermería.
Murió a los treinta y un años de edad el 24 de agosto de 1617. El día de su entierro una inmensa cantidad de devotos la aclamaban santa. Sus restos se veneran en el templo de Santo Domingo.
Fue canonizada por el papa Clemente X en 1671. Es la primera Santa de América, Patrona de Lima y Perú desde 1669, del Nuevo Mundo y Filipinas desde 1670, y también Patrona de la Policía Nacional del Perú.
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